jueves, 4 de octubre de 2012

Una triste experiencia...


Mi primera entrada a este blog, me gustaría que fuera explicando lo maravillosa que es la literatura infantil, pero mis referencias a este ámbito son muy negativas.
Actualmente soy consciente del enriquecimiento individual que produce la lectura, y pese a esto, considero que no la práctico.

A la pregunta, ¿te gusta leer?, no encontraría una respuesta clara. Considero que mi caso es algo especial, y no sé si alguien se siente como yo, pero aseguro que es una sensación muy extraña.
Sí, me gusta leer, pero no le dedico tiempo, cuando de este tengo bastante al día.

Pienso que el motivo de esto, puede ser que no he tenido una buena educación lectora, pese a que no tuve problemas cuando aprendí a descifrar palabras y me examine de esto en el colegio, puedo afirmar que ninguna profesora consiguió enseñarme lo que es verdaderamente leer.

Mis recuerdos de la lectura en el colegio son pésimos, ya que todas las profesoras utilizaban unos métodos que considero horribles para la motivación hacia la lectura.
Del primer ciclo, tengo muy vagos recuerdos, pero el otro día mis padres me ayudaron a recordar mi mal aprendizaje hacia los libros. En las clases de lengua apenas leíamos, y cuando lo hacíamos nunca era una historia, sino palabras sueltas. Conforme íbamos creciendo trabajábamos con distintas frases que no tenían cohesión entre ellas. Todo esto lo hacíamos mediante fichas que la profesora nos proporcionaba y en algunos casos, esta tarea la mandaba a los padres para que lo practicáramos en casa.

En el segundo ciclo, la profesora de esos años, nos dijo que una de las clases que teníamos de lengua a la semana, la íbamos a dedicar a leer en clase. Aquí puedo decir que comenzó, en general en mi clase, el verdadero “trauma” con la lectura. Todos los días seguíamos el libro de SM, llamado “El dragón Canelón” que venía junto al libro de texto. La dinámica de la clase era siempre la misma: entorno a los primeros veinte minutos o media hora hacíamos una lectura en voz alto, y un párrafo cada uno alumno, (este modo, la profesora consideraba que era un buen método para que todos los niños siguiéramos la lectura), y luego el resto de la clase hacíamos las actividades individualmente que venían al final de cada historia; si daba tiempo las corregíamos, y si no, algunas veces las mirábamos en la próxima clase y otras ni las repasábamos.

Además la profesora utilizaba un método un tanto extraño para evaluar nuestra evolución de la agilidad lectora, sin preocuparse por cómo nos sentíamos los alumnos. Yo, era bastante tímida, y el hecho de que nos obligara a leer en alto para toda la clase, hacia que me “muriese” de vergüenza.

Recuerdo que la forma de examinarnos era un tanto especial. La duración de la prueba era de uno a tres minutos, dependiendo del trimestre en el que nos encontrásemos. Para ello, cada alumno tenía que leer en voz alta el tiempo que determinase la profesora y después teníamos que contar el número de palabras que habíamos leído. Con la cifra que la dábamos, y mediante una tabla en la que ponían los varemos, sacaba nuestra parte de la nota de la asignatura de lengua. Entonces pienso que era bastante pequeña e ingenua y nunca supe de dónde y cómo obtenía los varemos por los cuales nos evaluaba, ya que nunca se lo pregunté.
En el tercer ciclo, mi experiencia con la lectura en el colegio no mejoro mucho más. En estos cursos no dedicábamos nada de tiempo a la lectura, por lo que las clases de lengua se convirtieron en una clase más. La profesora nos pasaba una lista de tres o cuatro libros, de los cuales no nos explicaba en clase, y teníamos que leerlos y hacer un resumen para entregárselos.

En ningún curso del instituto pude apreciar lo que significa leer. Todos los libros que nos mandaban eran antiguos y con una temática nada atractiva, por lo que me dieron a entender que leíamos simplemente para aprender autores con sus distintas vidas y mentalidades. Algunos ejemplos de estos libros son: El Principito, El lazarillo de Tormes, La Regenta, Los Pazos de Ulloa, Zalacaín el aventurero, Una Princesa en Berlín…
Sobre este tema, debo confesar que no me leí NINGUNO de esto libros. Siempre que mis profesaras me mandaba leer algún libro, buscaba en internet resúmenes de este por capítulos, por lo que solo leía lo mas importante de cada capítulo, y puedo asegurar que nunca mis maestras se dieron cuenta.
Para concluir mi experiencia lectora, quiero aclarar que pese a esta lamentable historia de la lectura en mi vida, tengo muchísimas expectativas con la asignatura que estoy cursando actualmente (Literatura Infantil, Literatura Española y Educación Literaria), para que cuando sea maestra en un aula, no haga los mismos errores que cometieron conmigo.

Así que tengo muchísimas ganas por... ¡aprender a enseñar!

1 comentario:

  1. Pues ¡ánimo! :)

    Es realmente una experiencia triste... pero estoy segura de que tu trabajo en esta área (y en todas las demás) va a ser muchísimo mejor que la de tus profes del pasado. Vas a ser una maestra extraordinaria porque sabes escuchar, tienes la mente abierta y quieres aprender. Y eso mismo lo seguirás haciendo cuando estés con los niños. Te lo anoto como voluntario.

    ResponderEliminar